Para despedir el proceso de edición de El idiota de mi tío nos pusimos en contacto con Álvaro Trigo Maldonado, traductor de la antología, para charlar acerca del estado actual de la cultura coreana en Occidente, la traducción especializada en lenguas distantes y la obra de Chae Mansik. Álvaro nos respondió desde su experiencia como traductor y especialista en literatura coreana, abriéndonos nuevas líneas de reflexión desde las que pensar el boom coreano y la importancia de los traductores como «mediadores entre culturas».
Esperamos que disfrutéis de las respuestas de Álvaro tanto como nosotros disfrutamos preparándolas. Queridos chaístas, ¡gracias por estar ahí!
Tu vínculo con la obra de Chae Mansik es bastante estrecho. Has traducido y supervisado la edición de El idiota de mi tío y otros idiotas no solo como traductor profesional, sino como especialista en literatura coreana, en concreto has investigado bastante sobre Chae. Tu tesis doctoral, un texto muy presente durante la edición, trabaja precisamente la relación de nuestro autor con su contexto histórico y presta mucha atención al estilo y tono de sus obras. ¿Cómo fue el primer contacto con Chae Mansik y qué unió, de alguna manera, vuestras vidas?
Como se puede apreciar en esta breve antología, Chae Mansik presenta un humor un tanto particular a pesar de los tiempos traumáticos que le tocó vivir. Si bien es cierto que su obra es muy extensa y no siempre hace gala de esa sátira e ironía, he de reconocer que este fue uno de los elementos del escritor que me llamó la atención en primer lugar y me animó a profundizar más en su obra. Aunque ahora las cosas están cambiando, tradicionalmente la literatura coreana se ha percibido como una literatura muy trágica; en gran parte debido a los traumas históricos sufridos en la península durante el siglo xx y de entre los que podríamos destacar la Ocupación Japonesa, la Guerra de Corea (con sy posterior división) y, ya centrándonos en Corea del Sur, el periodo de reconstrucción del país y el de las dictaduras. Por eso siempre resulta estimulante e interesante desde un punto de vista académico comprobar cómo, a pesar de todo, hay un espacio para el humor y la manera en que este puede ser utilizado como herramienta en la literatura. A partir de este primer interés fui descubriendo muchos otros elementos y temáticas del autor que me invitaron a seguir profundizando, pero que se me haría difícil tratar de resumir sin extenderme demasiado.
Estamos en un momento cultural muy favorable para la cultura coreana (y asiática) en Occidente. Esta situación ha estimulado la producción cultural dando cabida a editoriales especializas que nos ofrecen catálogos siempre a la vanguardia. Sin embargo, esto se traduce también en una necesidad de mercado. Aparece el problema de la producción. Existe una demanda y la voluntad de satisfacerla. Pese a esto, el trabajo de textos coreanos es fatigoso y complejo debido a su dificultad a la hora de ser traducidos y adaptados. Como resultado, algunas editoriales españolas deciden traducir a sus autores desde lenguas en las que han sido traducidos previamente; por ejemplo, el inglés. Tú eres traductor y académico, ¿cómo percibes este panorama y qué impacto crees que tiene en la realidad editorial de nuestro país? ¿Es la traducción directa de lenguas distantes un mínimo que el lector debería exigir?
Hasta hace poco creo que la excusa para este tipo de traducciones indirectas era que apenas había especialistas en lenguas asiáticas en el mundo hispanohablante. Sin embargo, ahora mismo hay mucha gente formándose en lengua coreana y traducción y creo que poco a poco tratarán de reclamar ese espacio profesional que les corresponde, ya que no es tarea fácil estudiar lenguas asiáticas. No obstante, la traducción literaria es una labor mal pagada en nuestro idioma. Por eso creo que en el caso del coreano es particularmente difícil dedicarse a ella como actividad principal y que sea económicamente rentable si consideramos la cantidad de tiempo que hace falta invertir. Por su parte, también hay editoriales que prefieren las traducciones indirectas porque son más baratas y quizás ya tienen a un traductor de confianza que trabaja con el inglés. No obstante, opino que los lectores deberían exigir la traducción desde el original, ya que las traducciones indirectas, aparte de incorporar los errores de la primera traducción, pueden hacer perder ciertos detalles y estoy seguro de que, pese a las dificultades, poco a poco iremos viendo más obras traducidas desde sus lenguas originales al igual que también vamos percibiendo en las ediciones un mayor reconocimiento a la labor muchas veces invisible de los traductores como mediadores entre culturas.
Volviendo a El idiota de mi tío: Fuiste el responsable de la selección antológica. ¿Por qué son estas las primeras historias de Chae que llegan a España y no otras? ¿Tienes especial cariño a alguna?
La elección fue complicada, ya que hay muchas obras que en mi opinión merecerían la pena, pero disponíamos de un tiempo limitado para el proyecto. No obstante, podría afirmarse que estos tres relatos están entre las obras más conocidas de Chae. Destacaría un especial cariño por el que da título a la antología. Me parece genial, atrevida dentro del contexto de censura en que vivió el autor y una crítica indirecta en clave de humor a la situación de la ocupación. La segunda historia nos presenta a unos intelectuales desempleados, realmente trata algunos temas que siguen muy vigentes en la sociedad a pesar de la gran distancia cultural y temporal (por ejemplo, la incertidumbre y los problemas de desempleo entre jóvenes, las aspiraciones a obtener un retorno a la educación en el mercado laboral etcétera) Y en cuanto a la tercera obra, es una de las pocas del autor durante el periodo posterior a 1945 y de ella me interesaba mucho la perspectiva histórica, ya que nos habla de la situación en la península antes y después de la ocupación y de cómo en gran medida ese optimismo colectivo de los coreanos que siguió a la liberación se vio truncado por una sensación de que todo continuaba igual y ostentaban el poder los mismos de siempre. Es ese contexto el que hace posible que un siervo del aparato represor colonial solo tenga que cambiar de collar para seguir ejerciendo su labor. Me parecía interesante transmitir estos mensajes a los lectores que quieran acercarse a Chae y a la Corea de su tiempo, aunque, por supuesto, fue complicado quedarse solo con tres.
Durante la edición de un libro de estas características es común verse obligado a tomar decisiones con una fuerte carga moral. Frecuentemente están relacionadas con el llamado «acceso al contenido». Debemos hacer comprender el texto en un contexto cultural y lingüístico muy distinto al que propició las condiciones de posibilidad de la voluntad literaria del autor. A la hora de traducir, ¿cómo es tu relación con este tipo de dilemas? ¿Son comunes? ¿Sientes una responsabilidad actuando como «puente» entre culturas?
Creo que la traducción implica una toma de decisiones constante. Por un lado, uno quiere transmitir lo más fielmente posible la obra, pero muchas veces para ganar en efectividad se ve obligado a tomar decisiones que traicionan al texto. En ese sentido considero que traducir es inevitablemente un acto de transgresión. Creo que esto es una cuestión que se da especialmente en la traducción literaria y que tiene que ver con el carácter artístico de la propia literatura. Al final uno trata de encontrar un equilibrio entre el respeto al original y un texto en lengua meta lo suficiente atractivo para captar el interés de los lectores, pero resulta obvio que en ese proceso ocurren algunos cambios, sobre todo cuando hablamos de lenguas tan distantes desde un punto de vista estructural y cultural como sucede con el coreano y el español. Y, en definitiva, es ahí donde los traductores deben tomar decisiones y elegir qué elementos deben ser preservados y de qué manera y cuales son prescindibles. Al no tratarse de una ciencia exacta esta es una cuestión que termina por ser personal del estilo de cada traductor y que puede resultar subjetiva. Es un tema muy complejo y por supuesto también podríamos diferenciar entre ediciones académicas, en las que es mucho más importante ceñirse al original, y ediciones comerciales, en las que la obra debe llegar a un público más amplio.
Siguiendo el hilo de las implicaciones morales de la traducción se me hace imposible no hacerte una pregunta que, creo, tiene una difícil respuesta. Como traductor, ¿te sientes más al servicio del lector que del autor? ¿Hacia dónde crees que se debería inclinar la balanza?
Sería imposible quedarme solo con uno. Sin embargo, según mi experiencia creo que por lo general los autores suelen sentirse satisfechos y halagados cuando su obra consigue llegar a lectores en otros idiomas. Es decir, en esa balanza los lectores suelen quedar por encima de la inviolabilidad de las palabras porque por lo general las traducciones que conectan mejor con los lectores son aquellas en las que la creatividad del traductor interviene cuidando el lirismo y lo estético por encima de las constricciones que plantea la estructura de la lengua original. Aunque por supuesto, esto tampoco debe significar una simplificación o empobrecimiento del texto para la comodidad del lector.
Tu traducción de El idiota de mi tío presenta una intención renovadora del lenguaje. Nos acercas el texto en un marco léxico lo más cercano posible a los juegos que Chae llevaba a cabo con el registro coloquial y las voces dialectales. Esto nos ofrece, a menudo, a construcciones y expresiones que asombran por su actualidad. ¿Cómo fue para ti decidir que quería ir más allá? ¿Crees que es posible encontrar a Chae en una traducción que no arriesgue?
Para mí era importante tratar de preservar esa característica coloquial del lenguaje de Chae, pero con una traducción más literal no hubiera sido posible logar el objetivo porque implicaría tratar de salvar algunas expresiones que se utilizaban en su época y que ni siquiera se usan en la Corea actual. Por supuesto, las voces dialectales son otra cuestión por lo general difícilmente salvable, he visto algunas traducciones que tratan de salvar ese tipo de distinciones haciendo uso de dialectos del español, pero personalmente no le veo sentido porque creo que entra en contradicción con la idea inicial de lo que se quiere preservar (aparte de que implica tomar otras decisiones cuestionables como cuál de las voces dialectales se va a elegir). Sobre las preguntas, supongo que se podría encontrar una traducción poco arriesgada en alguna versión académica que mantenga toda la terminología original incluyendo notas a pie de página. Pero creo que se trataría de una edición en la que prime el interés investigador y no esté enfocada a que la lectura resulte entretenida o accesible.
Hay un debate especialmente interesante que involucra la traducción del Quijote, una obra muy vinculada, como sabes, a Chae. La cuestión es sencilla: el Quijote en países anglosajones es un libro con cierto éxito entre los lectores juveniles. Su lectura no comporta un gran esfuerzo y para ellos es, hasta cierto punto, disfrutable. Sin embargo, en España es una asignatura pendiente para muchos y su lectura, si llega, lo hace en un momento de madurez intelectual. Algunos traductores sostienen que es debido a que las traducciones inglesas no pretenden emular el lenguaje cervantino original, es más, lo actualizan, mientras que en España una revisión de este tipo se considera casi un sacrilegio. De este fenómeno se pueden sacar muchísimas conclusiones. Yo hoy solo te preguntaré si crees que es deseable edulcorar (en traducciones y originales) el carácter formal de un texto para acercar su contenido al mayor público posible. En casos, claro, como este, en que es deseable que el mensaje contenido en la obra llegue a todo el mundo.
En cierto modo creo que ya existe. Es decir, hay versiones simplificadas del Quijote para públicos infantiles y juveniles. Personalmente no creo que el principal problema seas que los lectores juveniles de ahora tengan menos herramientas para entender el Quijote original que hace unas décadas, lo que sí sucede es que hay muchas más distracciones y el ritmo de vida nos lleva a buscar una inmediatez en todo. Esto también se traslada a la literatura y supongo que esa inmediatez nos la da el ritmo frenético de un thriller, frente a los clásicos que tienden a leerse mucho menos. A veces en las redes sociales veo a gente pidiendo consejos para superar el bloqueo lector y me hace reflexionar sobre la adicción al teléfono que sufrimos como sociedad y de la que ya no escapan ni los abuelos. Supongo que por todo esto hay quien piensa que es necesario seducir al lector joven a través de versiones edulcoradas para que la lectura sea más accesible. Personalmente no lo veo mucho sentido a esa estrategia porque creo que el problema es más tecnológico que de lenguaje, la generación más joven en la actualidad ha nacido con internet de alta velocidad y le cuesta más esfuerzo leer un libro que consumir contenidos a través de vídeos o podcast. Además, estos dos últimos requieren un nivel de concentración menor. Tampoco me gustaría hacer de «vidente de todo a cien» (o a euro) anunciando de forma prematura la muerte del libro porque creo que estamos lejos de ese punto, pero está por ver cómo todos estos cambios profundos de la sociedad afectarán a nuestra manera de transmitir y consumir historias.
Para terminar quiero agradecerte tu tiempo. No se me ocurre mejor manera de cerrar el viaje que con esta conversación, con el libro recién llegado a las librerías y la alegría de haber construido una pequeña comunidad en torno a su publicación. Gracias, Álvaro. Como despedida te pido alguna recomendación literaria que nos permita seguir ligados a Corea y su cultura.
Muchas gracias a vosotros. Es una petición muy difícil porque siento que me eternizaría con las recomendaciones. En cuanto a las referencias estamos un poco limitados por las traducciones disponibles, pero quisiera reivindicar algunas obras que sí tenemos en español. En primer lugar, destacaría las novelas de Hwang Sokyong porque es uno de los escritores más veteranos del panorama surcoreano en la actualidad y contamos con varias obras suyas traducidas. Recomendaría, por ejemplo, Shim Chong la niña vendida, aunque todas son interesantes. Pienso que su testimonio es muy valioso para entender de dónde viene la Corea actual porque ha vivido momentos clave de la historia del siglo xx y esto se refleja bien en sus obras. Aparte de eso, es sabido que en estos momentos hay escritoras muy potentes en Corea y me gustaría recomendar a los amantes del thriller El buen hijo de Jeong You Jeong y, por supuesto, La Vegetariana y Actos humanos de Han Kang que son geniales. Entre las escritoras más jóvenes me gustaría destacar a Kim Aeran de la que también hay una antología de cuentos traducida. Esto hablando de la novela más actual, pero, por otra parte, tenemos bastantes clásicos que merecen mucho la pena en distintas antologías de cuentos a las que también recomendaría echar un vistazo.
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